Dice la tradición, (que creo que inventó mi padre...) que subiendo al Pirineo, al pasar por la Nave, hay que parar a comprar napolitanas de chocolate.
Pues ahí que paramos. Comparamos una pizza de longaniza, preciosa, pero que sólo sabía a pimiento con pimiento, y un trozo de empanada, que a mí personalmente me puto encantó.
De la empanada no hay foto. No dio tiempo.
Muy recomendable, pero ojo, cuidado, no mirar mucho rato a la señora panadera a la cara. ¡Fea con ganas la colega!
No hay comentarios:
Publicar un comentario